Día del Niño: menos pantallas, más juego real
El 26 de abril celebramos el Día Internacional del Niño. Una fecha para recordar algo que, a veces, se nos olvida entre la rutina, las prisas y las notificaciones del móvil: los niños necesitan jugar. Pero no jugar con botones ni deslizando una pantalla. Jugar de verdad. Con el cuerpo, con la imaginación, con otros niños. Con barro en las manos, viento en la cara y risas en estéreo.
En Injusa no entendemos el juego como una forma de entretener al niño mientras hacemos otra cosa. Lo vemos como lo que realmente es: su lenguaje, su manera de aprender, de experimentar, de crecer y de ser.
Por eso, en un mundo cada vez más digital, celebramos este día con una invitación clara: menos pantallas, más juego real.
No se trata de demonizar la tecnología (que también forma parte del presente), sino de recordar que cuando el juego se reduce a mirar una pantalla, el niño deja de explorar, de imaginar, de crear.
Y es que jugar al aire libre, montar en bici, correr tras una pelota o inventarse una misión secreta con una moto de juguete no solo es divertido. Es esencial.
Cuando un niño juega con libertad:
– Mejora su coordinación y sus habilidades motoras.
– Aprende a tomar decisiones, asumir riesgos y resolver problemas.
– Fortalece su autoestima y su autonomía.
– Entrena su creatividad, porque el juego libre no tiene guión ni filtros.
– Conecta con la naturaleza y con su cuerpo.
– Se relaciona, se comunica, colabora.
Y todo esto, sin darse cuenta. Solo jugando.
Os invitamos a que este fin de semana celebréis el Día del Niño y, en vez de regalarle una nueva app, le regaléis una hora entera de juego libre. Sin interrupciones. Sin “espera un momento”. Sin prisas. Una hora para que trepe, corra, imagine, invente, se aburra y vuelva a imaginar. Una hora donde el adulto acompaña, observa y se contagia, sin dirigir ni corregir.
Porque ese es el juego que construye infancia. El que deja huella. El que se recuerda.
Desde Injusa queremos recordarte que no hace falta nada extraordinario. Solo un poco de tiempo, espacio y ganas de dejar que sean niños. Que se ensucien. Que inventen palabras. Que conviertan una caja en un cohete y un paseo en una aventura.
La infancia no dura para siempre. Las pantallas sí. Pero lo que aprenden jugando, lo llevarán dentro toda la vida.